Desde la década de 1960, surfistas de los Estados Unidos han venido a Rincón en busca de las mejores olas del invierno. La tendencia ha sido tan consistente que el municipio costero ha construido lentamente su economía a lo largo de sus aproximadamente ocho millas de bello litoral, ahora famoso entre los turistas. Sin embargo, a medida que la comunidad de surf crece, las playas se llenan y las mismas olas que mantienen a la economía local a flote también ponen las vidas de turistas y locales en riesgo.
Pero en respuesta al ahogamiento más reciente en Rincón, los surfistas se han dado a la tarea de mejorar la seguridad en sus playas con la compra de equipo médico, la capacitación de sus vecinos en habilidades de rescate y el activismo a favor de un programa de salvavidas para la capital del surf puertorriqueño.
“Rincón no es el pequeño pueblo que solía ser hace 30 años. La industria del turismo en Rincón está ahora en su apogeo gracias al surf, pero todos son surfistas ahora, y nuestras aguas ya no son seguras”, exclamó Kathleen Engstrom, una surfista que vino a surfear en la década de 1980 y nunca se fue.
El 12 de febrero, Kathleen estaba preparando su tabla para entrar al agua en María’s Beach, uno de sus lugares favoritos justo al lado de la carretera estatal 4413, cuando decidió dar un paso atrás. El sol se estaba poniendo y "había algunas olas realmente buenas, unas olas realmente poderosas, pero había demasiadas tablas de surf en el agua", recordó.
Algunas de estas olas, explicó Engstrom, rompen bruscamente de un extremo a otro y no permiten que los surfistas la monten. Para el ojo no entrenado, estas parecen estar a punto de formar el túnel perfecto, pero luego colapsan rápidamente, engullendo todo y a todos los que están debajo de ellas. Ese día en María’s Beach, hubo una ola en particular, dijo Kathleen, "¡que iba a colapsar completamente y cuatro personas quisieron montarla!".
“Creo que Pancho fue uno de ellos. La ola se cerró completamente, ¡y todos fueron atrapados debajo de ella! Sus tablas salieron volando en todas direcciones y ahí fue cuando decidí que no iba a entrar al agua”, continuó Engstrom. Algunos minutos después, "de repente, escuché a todos gritar: '¡Llamen al 9-1-1! ¡Llamen al 9-1-1!”.
Esa era la voz de Melvin Soto Hernández, quien, junto a dos turistas estadounidenses, había encontrado a Jaime Purcell Castro, un surfista de 53 años conocido por muchos en Rincón como Pancho, en el fondo del mar.
"Llegué a ellos lo más rápido que pude y lo monté en mi longboard con su ayuda. Creo que había estado inconsciente por mucho tiempo, porque sus ojos estaban cerrados y tenía espuma en la boca ", relató Soto Hernández.
Los tres hombres empujaron tan fuerte como pudieron para llevar a Purcell Castro a la orilla. Allí, esperaba Melvin, alguien más podría administrar resucitación cardiopulmonar (RCP) para mantener al corazón de Pancho bombeando sangre a su cerebro hasta que los paramédicos llegaran a socorrerlo.
"¿Quién sabe RCP? ¿Quién sabe RCP?”, gritaron los hombres, sin aliento, a la multitud que rápidamente se reunía a su alrededor. Arden Goll, una instructora de yoga certificada en RCP de Brooklyn, Nueva York, estaba entre la multitud y respondió al llamado.
“Corrí hacia ellos cuando lo trajeron y comencé a administrarle RCP [a Purcell Castro]. Rápidamente me di cuenta de que Pancho tenía mucha agua en sus pulmones, así que lo puse de lado unas cuantas veces. Cuando estaba administrándole compresiones, me di cuenta de que no era lo suficientemente fuerte como para continuar el tiempo suficiente", dijo Goll sobre su primera experiencia de RCP en la vida real.
A pesar de que sus energías menguaban, Arden le enseñó a otros dos surfistas cómo aplicar compresiones de pecho. "Una vez que sentí que podían hacerlo, comenzamos a tomar turnos, haciendo aproximadamente dos minutos cada uno hasta que llegó la ambulancia".
Mientras tanto, una multitud de casi 30 espectadores, incluyendo a Engstrom, pudo evidenciar que su cuerpo se estaba tiñendo de azul, lo que pudo haber sido un signo de hipoxia (falta de oxigenación adecuada del tejido), ya que Purcell Castro no había respirado por más de diez minutos, según relataron varios testigos.
Brian Morse, otro surfista joven pero experimentado, pensó que Goll tendría mejor chance de ayudar a Purcell Castro con un desfibrilador externo automatizado (DEA). “Fui a Calypso y a otro lugar por el camino, pero ninguno de ellos tenía un DEA a la mano. No están obligados a tenerlo", dijo Morse. Regresó a María’s Beach con las manos vacías.
"La ambulancia llegó en 20 minutos, lo que fue sorprendentemente rápido, ¡pero los paramédicos simplemente bajaron la camilla, en lugar de saltar sobre el cuerpo de Pancho e intentar resucitarlo!", exclamó Engstrom. Morse y Goll confirmaron que solo uno de los paramédicos salió de la ambulancia y no llevaba el tan necesario desfibrilador.
Una vez que los paramédicos montaron a Purcell Castro a la ambulancia y cerraron las puertas detrás de ellos, los testigos informaron que vieron al vehículo moverse de lado a lado, lo que Engstrom y Morse registraron como una señal de que estaban tratando de resucitar al surfista, pero después de varios minutos, la ambulancia se marchó.
A la mañana siguiente, Miguel Chaparro, un agente de la Policía Estatal en Aguadilla, informó que Purcell Castro había sido declarado muerto. Su causa oficial de muerte: asfixia por sumersión.
"Pancho estuvo inconsciente por mucho tiempo, pero creo que podríamos haberle salvado la vida durante esos primeros minutos cruciales si hubiésemos tenido un DEA cerca", reflexionó Morse a los dos meses del trágico evento.
La muerte de Pancho hizo que los surfistas locales repensaran la seguridad de sus playas.
Brian no estaba solo en esto. Según Greg Carson, de Taino Divers, quien se ha desempeñado como experto en seguridad en el agua para el concurso de surf Corona que se celebra cada año en la playa Domes en Rincón, la trágica muerte de Pancho hizo que muchos más de sus vecinos buscaran mejor seguridad en la costa occidental de la isla.
En las últimas tres décadas, Carson ha salvado a varios turistas y surfistas aficionados que estuvieron muy cerca de ahogarse en Rincón, pero también ha sacado a otros que podrían haber tenido una mejor oportunidad de sobrevivir si un AED hubiera estado disponible.
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“Solía vivir en Sandy Beach y tuve que salvar a las personas que se encontraban atrapadas en resquicios y que eran arrastradas al mar, gritando por ayuda y pensando que iban a morir. He sacado a la gente de Tres Palmas que casi se estaba ahogando, literalmente escupiendo agua. He estado paddleboarding y he escuchado a la gente gritar porque perdieron su tabla. Remé hasta donde ellos, los calmé y los llevé hasta la playa, pero estuvieron muy cerca de ahogarse", explicó el instructor de buceo.
Una vez, se sumergió y encontró a un adolescente de 15 años en el fondo del océano, pero incluso después de llevarlo a la orilla en su paddleboard y administrarle RCP, no pudo revivir al joven. "Estuvo bajo el agua por demasiado tiempo", recordó Carson mientras apretaba sus puños.
Los surfistas aficionados, a veces, intentan surfear olas a otro nivel y ponen sus vidas en peligro, continuó el instructor de RCP. “Su correa se rompe mientras nadan debajo de las olas, se quedan sin aliento y se cansan. Luego, otra ola los derriba y comienzan a tragar agua, lo que hace que sus respiraciones sean más cortas. Mientras tanto, son golpeados por más olas y ya no pueden aguantar la respiración. Rápidamente se convierte en una situación muy peligrosa".
Pero los principiantes no son las únicas víctimas. Los surfistas experimentados, como Purcell Castro, también han muerto debido al fuerte oleaje o complicaciones de salud en las playas de Rincón. En 2012, el salvavidas y surfista de 23 años Dylan Smith, quien salvó a seis personas en su natal Belle Harbor, Nueva York, durante el huracán Sandy, salió a surfear en la playa de María dos días antes de Navidad, pero, más tarde, su cuerpo fue encontrado flotando junto a su tabla de surf.
Brian Ward, un surfista veterano de 58 años y bombero de Long Beach, Nueva York, sufrió un accidente en la misma playa en marzo de 2017, cuando tres compañeros surfistas lo encontraron tratando de mantener su cabeza aflote con su tabla de surf. Aunque estos lograron regresar a Ward vivo a la costa, Gwen Black, quien era su novia en ese momento, le dijo a A Rinconvenient Truth que Brian llegó al Hospital Buen Samaritano en Aguadilla sin signos vitales.
Unos meses antes que Ward, Michael Wallace Wright, un surfista de Florida de 39 años, se separó de su tabla y fue arrastrado por corrientes de resaca cerca de la playa Domes antes de ahogarse.
"Si le das RCP a alguien, las posibilidades de que su corazón vuelva a funcionar son muy bajas. Con un DEA, las probabilidades son mucho más alt", explicó Carson. De hecho, según un artículo recientemente publicado en la revista de la Asociación Americana del Corazón, alguien que sufre un paro cardiaco fuera del hospital tiene aproximadamente un 24 por ciento más de probabilidades de sobrevivir cuando un transeúnte le aplica una descarga eléctrica a través de un DEA antes de que los servicios médicos de emergencia lleguen a la escena.
Es por eso que, justo un día después de la trágica muerte de Purcell Castro en María's Beach, Brian Morse y Stephanie Ryneveld, que en ese entonces era instructora de buceo en Rincón, iniciaron dos campañas GoFundMe, que siguen recibiendo donaciones, para comprar desfibriladores y ubicarlos en lugares estratégicos alrededor del pueblo. Puede encontrar su campañas de crowdfunding aquí y aquí.
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En solo dos meses, el equipo ha instalado AED en Taíno Divers, cerca de Black Eagle Marina, Tamboo Beside the Pointe en Sandy Beach, Ola Sunset Café en el faro de Punta Higuero, Villa Playa María en la playa de María y el Hotel Villa Cofresí.
Además, más de 13 rincoeños han recibido capacitación formal en RCP de la Asociación Americana del Corazón y otros pueden comunicarse con la organización si desean capacitarse. Esto, agregó Carson, es parte del esfuerzo de la comunidad para certificar a más rincoeños en las habilidades que estos necesitan para salvar vidas.
Según los expertos, los salvavidas son la mejor inversión en la seguridad de las playas
La instalación de los DEAs y el entrenamiento en RCP son el primer paso de la comunidad para aumentar la seguridad en las playas de Rincón, su mayor atracción turística, pero, como confesó Carson, los turistas se están muriendo porque nadie les dice cuándo el océano es demasiado peligroso para ellos.
“Necesitamos un programa de salvavidas en Rincón porque el ingreso turístico número uno en esta ciudad es el surf. Cuando hay surf, hay dinero. Si hay personas que se ahogan y otras que digan: "Oh, Dios mío, allí las olas son demasiado poderosas y no hay salvavidas en la playa", los turistas pueden escuchar esto y decidir que no quieren venir a visitarnos. El turismo podrá ser nuestro negocio número uno, pero no veo mucho sucediendo cuando se trata de protegerlo", se quejó el instructor de buceo.
Ruperto Chaparro Serrano, quien dirige el programa Sea Grant en la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez y ha estudiado la compleja relación entre la economía turística del archipiélago y la seguridad de sus playas durante los últimos treinta años, hizo eco a las palabras de Carson y agregó que su organización, junto a la Asociación de Salvavidas de los Estados Unidos (USLA por siglas en inglés), ya había desarrollado un plan para la implementación de salvavidas en Puerto Rico en 2008.
Después de documentar las necesidades en 25 de las playas más populares de la isla, las dos organizaciones publicaron la Evaluación de Seguridad Acuática y Recomendaciones para el Estado Libre Asociado de Puerto Rico, que compartieron con los funcionarios del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales, la Compañía de Turismo de Puerto Rico, la Compañía de Parques Nacionales de Puerto Rico, así como con el gobierno municipal de Rincón, entre otras agencias relevantes.
Este documento, explicó Chaparro Serrano, debía ser una guía para que los funcionarios de los gobiernos municipales y estatales que necesitaran abordar la seguridad de las playas, pero, como agregó el investigador, "rápidamente se convirtió en un recordatorio de que necesitaban invertir en la seguridad de las para sostener la industria del turismo, por lo que lo ignoraron".
Entre las recomendaciones del grupo de trabajo, la USLA destacó que ninguna otra estrategia es más efectiva para prevenir los ahogamientos que tener salvavidas certificados al servicio – una opinión que comparte el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC).
“Si una comunidad desarrolla instalaciones recreativas acuáticas para atraer clientes que gasten dinero en el área local, se puede argumentar que la comunidad tiene la obligación de proteger a estos usuarios. Al sopesar los costos y las implicaciones legales de las intervenciones para evitar el ahogamiento, los líderes nunca deben perder de vista la enorme importancia de proteger a las personas de los daños y prevenir tragedias en las playas y piscinas, lugares donde la gente va por placer, por salud y por consuelo”, lee un informe del 2001 del CDC.
Sin embargo, un estudio realizado por Chaparro Serrano y Efrank Mendoza Martínez, quienes fueron los primeros en recopilar datos sobre ahogamientos en Puerto Rico del Instituto de Ciencias Forenses (ICF), encontró que casi 30 personas, en su mayoría jóvenes puertorriqueños, se ahogaron anualmente entre el 1990 y el 1997.
Otro informe más reciente de las investigadores de Sea Grant, Berliz Morales Muñoz y Cristina Hernández González, mostró que la tendencia continuó hasta 2010, y sus datos más recientes sugieren que, aunque la industria turística de la isla se ha fortalecido desde entonces, la seguridad en las playas no ha mejorado, al menos hasta 2014 – el último año para el que se han compilado datos.
[Haga clic en la infografía para aprender más sobre los hallazgos de Sea Grant.]
En comparación, el experto, quien ha visitado docenas de playas en los Estados Unidos en busca de estrategias de seguridad para implementar en Puerto Rico, argumentó que la cifra de ahogamientos por año en ciudades como Daytona Beach, Florida y San Diego, California nunca supera los dedos de una mano, gracias a sus programas de salvavidas, aún cuando reciben casi el doble de turistas que el archipiélago puertorriqueño.
En Daytona Beach, en particular, Chaparro Serrano explicó, los salvavidas profesionales, a quienes se les paga entre $40,000 y $60,000, rescatan a 400 víctimas y advierten a casi 5,000 personas sobre peligros inminentes cada año.
Si bien el director de Sea Grant reconoce que estos salarios pueden ser una carga demasiado grande para las autoridades puertorriqueñas, sugirió que el costo de la seguridad y otros servicios costeros podrían atenuarse a la realidad económica de Puerto Rico al redirigir más fondos del turismo hacia la gestión de los recursos costeros o mediante la implementación de un impuesto sobre la ocupación del turismo, como lo ha hecho Florida, de una manera u otra, desde 1967.
“Un pequeño impuesto a los huéspedes de los hoteles, destinado a la seguridad en la playa, podría utilizarse para financiar programas de salvavidas. Como alternativa, se debe tener en cuenta que, hace treinta años, el estado de Florida autorizó un impuesto al desarrollo del turismo, que ha proporcionado una fuente de financiamiento que actualmente se está utilizando para proporcionar ciertos servicios de salvavidas”, lee la evaluación de seguridad acuática de la USLA.
Pero para Chaparro Serrano, la situación en su natal Rincón es clara. “Para explotar el potencial económico de nuestra belleza natural y la cultura local, que gira en torno a la playa, debemos invertir en la gestión de nuestros recursos costeros y la seguridad de quienes visitan nuestras playas. Todos los días que no hacemos esto es un día que ponemos en riesgo nuestra economía turística", sentenció el investigador.
*Esta historia fue editada para aclarar detalles sobre el trágico accidente de Brian Ward en María's Beach.
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